Obras preocupadas con la maternidad invaden mi entorno.

Primero fue La Hija Oscura en Netflix: una película que para mi fue algo aburrida de ver a pesar de la presencia de Olivia Coleman.  Trataba de una mujer que había elegido para ella misma vivir su propia vida; por encima de dedicarla a cuidar o criar a su hija. Ese tabú le aísla del resto de la sociedad, exige que la reflejen en pantalla de la manera más egoísta y emocionalmente analfabeta viable y al final juegan con la idea de que sea una mujer al borde del suicidio hasta que oiga la voz de esa hija abandonada. La curiosidad para mí al ver la película no tuvo en absoluto que ver con la trama; sino con la presunción que a esta mujer hay que juzgarla de alguna manera como mujer, a pesar de que en la vida real haya millones de hombres pululando por el mundo ajenos a sus hijos y nadie clama al cielo que son hombres malos sino como mucho malos padres. ¿Es tan inconcebible para el mundo que una mujer quiera algo más allá de la maternidad? ¿De veras?  ¿Aún en 2022? En mi propia vida no tuve la oportunidad de elegir, pero no pienso que me toque juzgar a otra persona por no querer ser madre.  Además, pienso que si un personaje tiene tan poco interés en criar un/a nin@ seguramente ese/a nin@ tendrá mejor vida con otra persona de guardián. Alguien que de veras quiera sacrificar su carrera o amor o lo que sea porque formar a una mente joven y hacer de guardián le importa más.

Luego en el club de lectura al que me apunté hace poco, el primer libro que me tocó fue La Escuela de Las Buenas Madres; que trata de una mujer que me cayó mal y lo que le sucede después de abandonar a su hija de apenas un año durante horas. En esta historia de ciencia ficción; que no dejó a nadie indiferente, la protagonista acaba en una cárcel a medio camino entre 1984 y el Cuento de la Criada.  A la mujer le lavan el cerebro hasta que no conciba otro porvenir que ser madre; pero no simplemente una madre sino una madre programada a elegir y comportarse siempre de acuerdo con un canon dictado por asistentas sociales sin hijos. Algunas del grupo de lectura lloraban al hablar de los temas tratados y la auto examinación que provocó.  No porque recriminaran su propia maternidad; sino porque agradecían el cuidado recibido por sus propios guardianes más al considerar en profundidad lo que pudiese conducir sus actitudes y comportamientos. La cultura, la formación, las circunstancias económicas y sociales, la red de soporte que tuvieran o no tuvieron, etc.  Aunque se podría echarle mucha leña de análisis socio cultural y de clases y prejuicios; y de veras la discusión del grupo para mi gusto fue iluminada, el libro en sí no me gustó. En el fondo, a mí modo de ver, el núcleo de la historia sigue basándose en el rechazo de la sociedad hacía una mujer que no tenga instinto maternal. ¿Quién le da a la sociedad el derecho a decidir si el instinto maternal es suficiente o se ejerce de la manera correcta? Fuera de casos de abuso grave; con que vara se mide lo que es bueno o malo para un ser humano pequeño e indefenso.  Lo cierto es que en la sociedad no hay consenso sobre esto.  Sólo hace falta mirar hacia el hemiciclo político para recordar que nuestra sociedad es incapaz de ponerse de acuerdo siquiera para los asuntos más pusilánimes. Además; aún en sociedades que, si obran con bastante más harmonía política, los servicios de asistencia social no dan abasto para proteger a críos vulnerables (ejemplos espeluznantes abundaban en los periódicos del Reino Unido en la última década, y en los Países Bajos recientemente se emitió un informe dictaminando que l@s nin@s bajo protección social en muchos casos hubiesen sido menos perjudicados si hubiesen quedado con sus padres).

No por último menos importante; y hubo más ejemplos recientes en la tele, pero con tres me basta para esta exposición: Cinco Lobitos.  Esta película española entrañable y lograda trata de los altibajos de una nueva madre y lo sola que se siente al criar a su hija con la pareja siempre de viaje. El sub-contexto de la película parece ser que un@ no puede comprender a sus padres hasta que tenga su propi@ hij@.  En eso no estoy de acuerdo para nada.  No hace falta procrear para madurar y no hace falta quemarse para poder apreciar el impacto que tiene ser quemado…  Pero me sorprendió que en la charla post película del festival de cine obviaron una línea de dialogo muy significante.  La hija/madre le pregunta a su madre porque no fue con su amante si no era feliz y la madre le responde que la niña tenía solo cuatro años y era muy pequeña para dejarla.  Allí volvemos a reflejar lo que nadie quiere reconocer: que una mujer puede no tener instinto maternal y puede contemplar abandonar.  Mismamente la hija en la peli al escuchar estas palabras de la boca de su propia madre no las comprende; y responde que podría haberla llevado con ella y solo haber abandonado al padre. Esa representación – ese cacho de dialogo – representa algo que sigue siendo muy difícil de reconocer como sociedad.  Las mujeres son personas completas con deseos, gustos, filosofías de vida y trayectorias y no siempre procrear significa descerebrase por el bebe. 

¿Por qué será que aun en el 2022 cuesta tantísimo aceptar que mujer no es necesariamente sinónimo con madre?  Y ¿Por qué será que la sociedad sigue creyendo que la que no quiera ser madre es mala mujer?